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  • Foto del escritorJuan Trova

A partir de ahora...





Ocurrió que un día del año 1995 sonó el teléfono de casa. Era mi hermana. Podía haber sido una llamada como otras tantas habituales de ¿Cómo estáis? ¿Cómo está el niño?, ya que por entonces nuestro primer hijo tenía tan solo dos añitos y eran normales las llamadas de los abuelos y los titos interesándose por el bebé, como es lógico y natural. Pero no. No fue una de esas llamadas:

- Oye, ¿has visto lo que aparece hoy en el periódico?

- Pues no sé exactamente a que te refieres.

- Hay una convocatoria para participar en el Festival de la Canción de Andalucía que se celebra dentro de unos meses en un pueblo de Málaga, Alameda.

- ¡Ah! pues no, no lo he visto. Guárdame el periódico que le eche un vistazo (por entonces no había ni WhatsApp, ni enlaces que compartir y el teléfono era sólo para hablar).

- Vale, pues aquí te lo dejo para cuando quieras venir a por él.

Fui a recoger ese periódico para enterarme en que consistía aquel llamamiento, y pude comprobar que, como ya me había adelantado mi hermana por teléfono, era una convocatoria a nivel de toda Andalucía para participar en un festival que se celebrara anualmente y del que yo nunca había tenido noticias. Investigué un poco y me enteré que era un evento con bastante prestigio en aquella época, al que concurrían numerosos artistas de todo el territorio andaluz y en el que había que pasar una fase de preselección para llegar a actuar en el concierto final, que se celebraría en el mencionado municipio Malagueño. Con bastante poca esperanza preparé la documentación que se solicitaba: trayectoria artística (la mía aún era escasa), dossier de prensa (el mío era por entonces inexistente), y una maqueta con algunas canciones de autoría propia. Grabé en mi "radiocassette" una cinta con algunas canciones, de las cuales había que señalar la que se presentaba a concurso. Yo elegí una que acababa de componer, dedicada a mi ciudad, que se llamaba "Granada dormida".

Con pocas expectativas envíe aquella documentación y, sinceramente casi que me olvidé del asunto.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando, transcurrido más de un mes de aquello, recibo otra llamada en mi casa. Esta vez no era de mi hermana. Era la dirección del festival para comunicarme que mi canción había sido seleccionada como finalista y me citaban en Alameda para defender en directo mi composición.

No se qué fue mayor, la sensación de alegría o la de pánico. No me había visto en otra igual: representando a Granada en el Festival de la Canción de Andalucía...

Llegó el día. Recuerdo que el viaje se me hizo interminable. Cuando nos bajamos del coche y vi el panorama, todo me parecía como excesivo para mí. Un escenario enorme, muchos artistas (todos aparentaban tener una experiencia enorme en estos menesteres), técnicos de sonido e iluminación montando a la carrera, la organización llamándome para la prueba... un universo que se me hacía enorme a la vez que increíblemente maravilloso. Estaba absolutamente embriagado ante la que era realmente mi primera actuación de importancia.

Y todo transcurrió bien. La plaza hasta arriba de gente, la canción sonó con calidad, los aplausos generosos... No gané ningún premio, pero de todo lo que ocurrió allí ese día, eso fue lo de menos.

Lo que realmente supuso un punto de inflexión aquel verano del 95 fue conocer a un grupo de cantautores que, llegados de Sevilla, me hicieron un hueco entre ellos. Alfonso del Valle, Pepe Camacho, José Abraham, Manuel Guerra... formaban una suerte de colectivo "cantautoril" que se juntaban cada semana a tocar en el café "Sevilla" de la calle Miguel de Mañara, y que, a raíz de conocernos en Alameda, me invitaron a que en alguna ocasión me uniera a ellos en uno de esos conciertos. Y así lo hice a la primera ocasión que tuve. Granada - Sevilla, noche de trovadores inolvidable, que marcó el verdadero principio de mi trayectoria como cantautor profesional.

Allí, en aquel café de Sevilla, comenzaron a gestarse ideas en mi cabeza y una frase que en el viaje de vuelta me dijo mi compañera de vida, Elizaberta, y que me acompaña desde entonces incesantemente: "a partir de ahora no quiero que pares".

Regresé a Granada, dispuesto a no parar, y con la idea fija de organizar en mi ciudad un colectivo que fuera similar al de los compañeros sevillanos. Sinceramente, no sabía como empezar hasta que un buen día me tope en la calle con un chico muy joven, que, sentado en un banco, tocaba la guitarra y cantaba tan solo para otro amigo que le acompañaba, pues nadie más que yo pasaba por allí.

Me acerqué a ellos y conversamos unos minutos, pero esa conversación, y todo lo que a partir de ella sucedió, será motivo del siguiente capítulo de esta historia de versos, cantos y otros menesteres.

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